UNA PLÁTICA QUE ESCUCHÉ ENTRE DOS YAQUIS DE SONORA…

Platicaba no se con quién, un Yaqui sentado sobre una piedra debajo de la sombra de un mezquitón a la vera de la brecha que entre el monte conduce al caserío donde vive y al que esperaba llegar al pardear la tarde, que…

“…a los integrantes del congreso de la unión de méxico (así todo con minúsculas, porque así lo platicaba el indio), el presidente de méxico, “ya los tenía hasta la madre” por su “guilidad” ante los “gringos”…que parecía que lo tenían agarrado de los “tanates”.

– “¡Ehui!” Dijo otro Yoreme que en ese ratito llegó con una “caguama” en la mano y con la otra limpiándose “el calor” con un pañuelo que, de nuevo, debe haber sido rojo con grecas blancas pero que ya se veía entre pitaya descolorida y café tabaco ralo;

Y, –agregó: “po’s mira pues tu; que los “gringos” le tiren tascaris talistes a los yoris de méxico por tantos muertos que al diario aparecen por culpa d’ellos que son tan alucinados a las cuchinadas di’las drogas que los embrutecen y todavía te aprisionen para que les informes todo lo que pasa en tu tierra… ¡uta!...nó, po’sí…dá muina”.

“Nó”; –le contesta el Yoreme sentado, “no jué el presi el amuinado…jueron los del congreso los amuinados; porque el prisidente si se arriscó y hasta les mandó gentes para que les explicaran”

“¡Uta! pio’r”; –volvió a exclamar el Yoreme parado yá con la pierna derecha ahorquetada sobre su bicicleta- “…que resonzo entonces ese presi…

¿y qué va a pasar tú? –le preguntó ahora el de la bicicleta al Yaqui sentado;

“nó; p’os a lo p’ior, los “gringos” vienen y nos arrebiatan el solar, las tierritas y las chivas”

“¡Ut’a!...que chinga les meto” –Yá acalorado, espetó el Yoreme de la bicicleta, interrogando a su vez al indio sentado; “¡¿y tú, güilo?!”

 –respondiendo el indio sentado, al tiempo que se alzaba el sombrero,… “¡güilo madres!...yo yá lo mitotié con mi compadre chicochapo cuando andábamos entre el zoquete haciendo adobes… ¡y madres l’os dejamos también; aquí no se van a volver la vichi!”

¿Oye tú? –reitera, preguntando, el de la bicicleta al Yaqui sentado, “¿y por qué tanto argüende de los “gringos” si’ellos son los de la bulla y los di’las drogas?”

“P’os como de porqué” –respondió; “p’os porque el presidente se los dejó encaramar al cogote; y como las gallinas, le van a estar cague y cague el palo hasta que no las arríe de a’í”

“pu’s hojalá y luagapronto antes de que mi’encabrone más” y sepan los pinchis gringos que aquí en méxico no todos estamos des’huevados”… “ya vites ¿dende cuando nuestros tatas? los pinchis gringos nos han querido sacar dia’quí de nuestra tierra y se lan’pelao” –respondió el otro, al tiempo que se encaramó en la prieta bicicleta y se fue dando tatahuilas entre los matorros, pitahallas, choyales y citabaritos….

“ehui” –concluyó el Yaqui sentado sobre la piedra debajo del mezquitón al tiempo que levantaba su trabajada, agrietada y callosa diestra en señal de despedida y se paraba de la piedra donde estaba sentado, sacudiéndose con la otra mano las nalgas del pantalón.

Y allá, mientras se alejaba pedaleando el de la bicicleta, se escuchaba que todavía rezongaba y decía… “¡Ahh…si mis tatas Cajeyeme…el pancho villa…el Tetabiate y hasta el girónimo supieran d’esto…ya’ vieran…!

Regresaré seguido al mezquitón haber si tengo la fortuna de escuchar otra plática entre hombres que todavía saben amar su tierra, son dignos, libres y felices.

 Lic. Pedro García Palazuelos.